lunes, 19 de mayo de 2014

¡¡¡ El deber ante todo !!!

      Parecía ser una noche serena en la emergencia del hospital en el que la doctora Agni labora, transcurriendo en lo que iba de la velada pacientes con padecimientos no tan graves, uno más leve que otro, algunos de los que asistían presentaban dolores de cabezas, otros con una ligera fiebre y unos que otros con ciertas dolencias en particular pero nada que pasara a mayores ni que fuera motivo de alarmar para los doctores que estaban de guardia, cumpliendo su labor.

        A medida que transcurría la jornada nocturna, cierta calma se apodero de la emergencia, ese tipo de calma que antecede a la tormenta pero que casi nadie nota, los pacientes cesaron de llegar, los médicos de turnos ya habían tratado a los que habían asistido a consulta previamente y algunos de ellos conversaban entre sí mientras que otros dormían, algunas de las enfermeras hacían sus rondas respectivas y otras se ocupaban del papeleo tan tedioso propio de cualquier oficio. Cuando todo indicaba que sería una noche tranquila una llamada alerta al personal de la emergencia.

 - ¡Mucho! Necesito saber si ha consumido algo para saber que indicarle inmediatamente y salvarle la vida – respondió la doctora en un tono autoritario y severo que al parecer hizo efecto en el convaleciente, ya que este, en medio de su agonía y en un tono casi, casi  avergonzado le comento. - Mire, doctora, yo le voy a contar pero que quede entre nosotros – cosa imposible debido a que no solo estaba en compañía de ella, sino de las enfermeras y en ese instante se le sumaba otros de los médicos y en medio de todo eso la doctora Agni musitó. - No se preocupe, yo solo cumplo con mi deber –.

-- En camino paciente herido en un accidente de tránsito con múltiples lesiones – índico la enfermera que atendió la llamada hecha por el paramédico de la ambulancia que transportaba a la víctima del accidente, a los pocos minutos introducen por la puerta doble de la emergencia la camilla con el paciente, este, aun consiente y propinando fuertes gritos de dolor mezclados con improperios, la doctora Agni es la primera que salta al auxilio del infortunado y uno de los paramédicos le da los detalles del mismo. -¿Me puede decir su nombre, señor? – le pregunta la doctora Agni al herido – pero este no hace más que quejarse de los fuertes dolores. -¿Cómo fue el accidente? ¿Recuerda cómo sucedió todo? – Le vuelve a interrogar la doctora en espera de una respuesta coherente y lógica con la intensión de poder diagnosticar si hay o no alguna lesión neurológica. -Doctora, no me acuerdo es de nada, lo que sé es que me duele mucho – indicó el pobre infeliz. A lo que la doctora Agni replico – tranquilo, ya le daremos algo para el dolor pero necesito que me responda ¿Estuvo consumiendo alcohol o algún tipo de sustancia? Lo primero era evidente ya que el mismo inundaba la emergencia con la peste propia del alcohol.

- Doctora, ¿qué tiene eso que ver con el dolor?, deme algo para que se valla que lo que me duele es mucho – volvió a indicarle el herido entre quejidos estrepitoso.

            Esta respuesta, dada por la doctora, causó una sensación tremenda al malherido, aparte de la agonía que ya estaba viviendo, una sensación de desprecio por parte de ella hacia él, para el pobre hombre ese momento pareció detenerse, como si el tiempo suspendiera su marcha y no hubiera más instante que ese, como si el mismísimo Dios quisiera paralizarlo para que esa porción del tiempo quedara grabado en su memoria para siempre, como queda un tatuaje en la piel, como queda una herida en el alma. Para siempre. 

           De pronto, para el infortunado, todo volvió a adquirir movimiento, todo volvía a retomar el ritmo propio de tal emergencia, el dolor que por un breve instante no sintió regreso, devolviéndolo a la tragedia que estaba viviendo en carne propia.

            Una vez que regresó de ese instante detenido le respondía, pese al agudo dolor que sentía por las múltiples heridas, a la doctora Agni todas las preguntas que ella le hacía, y una vez conocido las respuesta la misma iba indicando a las enfermeras que hacer y que aplicarle al paciente, ordenó una serie de exámenes; toxicológicos, radiografías, tomografías. Por fin le aplicaron algo para el intenso dolor y este fue cayendo poco a poco en una calma hasta quedar por completo anestesiado.

             Una vez ya atendido el paciente y estabilizado la doctora Agni junto con el personal pudieron conocer a fondo lo ocurrido con el herido gracias al reporte completo dado por uno de los paramédicos que lo traslado al hospital y que aún permanecía en la emergencia. El hombre accidentado, había estado tomando todo el día y se había estado trasladando de un lugar a otro en su moto en estado de ebriedad y bajo los efectos de sustancias estupefacientes, al parecer se quedó dormido por un momento mientras manejaba y colisionó con un vehículo que surgió de unas de las calles que atraviesa la vía por donde el motorizado se desplazaba, afortunadamente, las persona que iba en el automóvil, más allá de un susto y un ataque de nervios, no sufrió  herida alguna pero no se podía decir lo mismo de su carro, al poco rato de haber obtenido esta información, efectivos policiales hicieron acto de presencia en la sala de emergencia, ya habían estado en el lugar del accidente investigando lo ocurrido y era rigor de ley que debían entrevistar al hombre que sufrió y provocó el accidente.

       Gracias a la presencia de estos oficiales pudieron conocer más a profundidad que clase de persona era el hombre del accidente, resulto ser que su nombre eran John Paul, de 33 años de edad, conocido adicto a las drogas y al alcohol, vinculado a varios delitos de robo, posesión y distribución de drogas en un pasado reciente, también pudieron conocer que hace pocas semanas había sido puesto en libertad por uno de esos fallos incomprensibles de la ley pero que a final de cuantas había que acatar porque la ley es la ley.

            Ya siendo esto de conocido de todos los presentes, médicos, enfermeras, auxiliares, la doctora Agni tuvo que comunicarles a los oficiales que esa noche no podían verlo.

            -Lo siento muchos caballeros pero esta noche será imposible que puedan hablar con él – les informo la doctora a los oficiales.            - ¿Debido a que motivo no podemos ver al hombre, doctora? – dijo uno de los efectivos de la ley en un tono un tanto disgustado.            - Debido al motivo que se le aplicó una serie de fuertes calmantes y analgésicos para el dolor que lo han dejado inconsciente y por órdenes mías – respondió la doctora Agni en un tono severo pero dando a entender que en ese momento era ella quien mandaba. Y agrego en el mismo tono – estará dormido como por 8 horas más o menos, sino más, así que no ira a ninguna parte, despreocúpense y vuelvan por la mañana que posiblemente siga dormido.

            Los oficiales entre sus disgustos, al parecer,  quedaron conformes con los que la doctora les dijo y luego de haber tomado notas y obtenido el reporte de la galena se marcharon. Así mismo la doctora Agni una vez realizado su informe se retiró a una habitación dispuesta para el descanso de los médicos.

            La doctora hacia un año apenas que se había graduado de médico cirujano, era una mujer muy bella, muy inteligente y muy joven, de unos escasos 24 años de edad, delgada, de baja estatura, cabello castaño oscuro, largo hasta la cintura, de una piel color canela con un toque de dorado, y una cara muy hermosa, de ojos marrones y boca pequeña y con las facciones de su cara muy refinadas y elegantes. A pesar del gran temple demostrado hacía pocos minutos atrás a la hora de atender la emergencia y al momento de imponerse a los oficiales de policía, la doctora Agni poseía un carácter muy suave y muy dócil, carácter que no iba para nada con su profesión, también era una persona profundamente religiosa y devota de su religión pero, de la cual había estado retirada por unos años y se debatía internamente entre regresar a ese estilo de vida del mundo religioso que ha conocido prácticamente toda su vida y el estilo de vida mundano, el que vive la gran mayoría de las personas, del cual ya había saboreado algo de sus placeres de la mano de su pareja, pero que le parecían excesivamente buenas y, era precisamente eso lo que le daba mala espina.

            Ya estando en el cuarto de descanso, un poco relajada, Agni repasó en su mente todo el procedimiento que había realizado, si era acertado lo indicado por ella para las distintas lesiones, si no era excesivo la cantidad de pruebas que había mandado a hacer y todo el procedimiento propio de la ocasión. 

           Una vez que culminó ese ejercicio mental que hacia cada vez que tenía un momento de descanso después de atender una emergencia, poso su atención en el protagonista del accidente, ese hombre que para ella era de aspecto desagradable, con una apariencia bastante marchita como la de una flor que ya hace tiempo fue arrancada, que no le inspiraba confianza y que a su juicio, después de haberse enterado de la clase de persona que era y de los actos que era capaz de cometer, debía estar encerrado, lejos de las personas cosa de no poder dañarlas. Recordó una noticia a la que había estado dándole seguimiento ya que le parecía una medida muy buena de seguridad para todas las personas, la noticia se trataba sobre una ordenanza que no hacía mucho tiempo acababa de salir y la cual se trataba sobre la regularización del uso de motocicletas. Esta ordenanza establecía un horario de circulación, el oficio del conductor, el orden ciudadano y el comportamiento en las vías de transito por parte de los motociclistas entre otros elementos, por eso no lograba comprender como este personaje, que por lo visto no le importaba ni respetaba horario, que no tenía oficio o si lo tenía no era un oficio nada ejemplar y que no parecía tener ningún respeto por el orden ciudadano ni que decir sobre su comportamiento en las vías, estuviera hasta esas horas de la noche y en ese estado en el que se encontraba circulando por las calles tan campante. Era algo que para ella era inaceptable, no justificaba la incompetencia de las autoridades y ya hacía tiempo dejo de buscarle una explicación al por qué ocurría todo eso y por qué lo permitían quienes deberían estar a cargo de que nada de eso sucediera, solo  pensaba y aceptaba lo que ya todos creían y de lo que estaban convencido, que la culpa es del sistema, así que no se torturaba pensando demasiado en eso, total, ya eso era parte de su realidad, de la realidad de todos.

            Así transcurrió lo que quedo de la noche, no hubo más emergencia, no llegaron más pacientes, las enfermeras se volvieron a encargar de sus rondas nocturnas suministrando el tratamiento a los diferentes pacientes y algunos doctores dormían mientras otros los cubrían, la mañana llegó sin más inconvenientes trayendo con ella la algarabía propia de un día nuevo y uno a uno fueron llegado las enfermeras y los médicos que remplazarían en el día al personal de la guardia nocturna, la doctora Agni entregó su guardia dando parte a sus colegas del informe completo de lo ocurrido durante la noche a la vez que hacia su último recorrido cama por cama de la jornada de ese día, haciendo énfasis particular en aquel hombre que había sufrido el accidente, las múltiples lesiones y el procedimiento aplicado, así como los medicamentos suministrados pero, sobre todo,  quien era y lo que había hecho o era capaz de hacer.            Una vez entregada la guardia, Agni se desconectaba de su trabajo y se dedicaba durante el día a diferentes actividades, tanto profesionales como personales, dependiendo de la urgencia de ellas; estudiar para su especialización, quería ser oftalmóloga y se estaba preparando para ello, ir al gimnasio, atender su casa en la que vivía junto a su madre o simplemente compartir con su pareja o amigos. Así transcurría los días para ellas y de esa manera le gustaba vivirlos, uno a la vez, enfrentándose con entusiasmo a lo que el día a día le preparaba. Así se fueron pasando los días, las semanas y los meses, la doctora Agni asistía como de costumbre a su trabajo en la emergencia por las noches batallando con cada situación nueva que se le presentaba, saliendo airosa y vencedora de cada una de ellas y durante el día se mantenía ocupada en lo suyo viviendo una existencia tranquila y feliz, y de esta manera el recuerdo de aquel infortunado hombre del accidente fue quedando en el olvido, lo más que supo de él al retorna a su labor dos noches siguiente a su ingreso fue que lo habían trasladado a unos de los pisos del hospital donde permanecería internado y observación por especialistas y unas semanas después se enteró que aquel sujeto había dejado el hospital apenas pudo ponerse de pie sin que nadie lo supiera.

            Llegada una noche, en la cual no le correspondía trabajar a la doctora, se dirigía a cenar con su pareja en un elegante restauran, muy emocionada puesto que su novio le había dicho que era una ocasión muy especial y muy importante para ellos, ella no sabía a qué se refería pero se imagina de que se trataba o lo suponía al menos, llegaron al lugar, un establecimiento muy reconocido, con una decoración de estilo muy a la moda, un ambiente muy bien iluminado donde se podía percibir de fondo una música de jazz muy agradable que armonizaba con el entorno dándole al lugar una sensación de calidez muy acogedora. 

         La velada transcurrió muy emotiva, entre la cena y las botellas de vino rememorando momentos muy felices y otros no tantos que habían vivido durante los 4 años que tenían como pareja y reafirmándose el uno al otro el amor mútuo que se han tenido durante todo ese tiempo, una vez la velada se acercaba a su fin, la pareja de Agni, sin que ella se percatase, saco un anillo de compromiso y se lo dio proponiéndole matrimonio, ella no lo podía creer, estaba pasando, lo que había estado suponiendo durante todo el día, era cierto y le estaba sucediendo en ese momento, la emoción la envolvió y de tanta felicidad se echó a llorar en medio de las miradas de todos los presente que esperaban ansiosamente pero ajenos a la situación al igual que su pareja años una respuesta y, entre risas y lágrimas, cuando se disponía a darle en tan ansiado “si, acepto” un disparo interrumpió tan conmovedora escena sacando a todos de aquel trance de felicidad, unos hombres habían ingresado al local y entre el asombro de todo se escuchó una voz que anunciaba

 – esto es un robo así que nadie se equivoque – 

no era posible, un asalto, precisamente ese día, justamente en ese momento, Agni paso de la felicidad que la acogía a un terror que la desgarraba, el miedo se apodero de ella paralizándola y las lágrimas de felicidad pasaron a ser lágrimas de pánico, nunca había sido víctima de un robo y no podía creer que en ese preciso instante le estuviese ocurriendo, los hombres, que eran varios, después de someter a los vigilantes del local, entre gritos y amenazas se fueron acercando a cada una de las mesas despojando a los clientes de sus pertenencias, uno de los asaltantes se dirigió a la mesa donde se encontraba la doctora y su novio y se dispuso a quitarles todo lo que podía llevarse de ellos y en medio de aquel trágico evento las miradas de Agni y el asaltante se cruzaron y ella pudo reconocer quien era el desgraciado que la despojaba, no de los objetos de valor, sino de aquel momento de felicidad y que ella atesoraría para toda su vida y que por culpa de él no sería así, era aquel infeliz que meses atrás había llegado a la emergencia del hospital víctima de un accidente en una motocicleta y que ella había atendido, por un instante pensó que tal vez no la convertiría en victimaria de aquel crimen en consideración al haberlo ella atendido en aquella  ocasión pero, él también la reconoció en ese instante y al verla siendo presa del miedo le quito el estuche con el anillo que aun tenia entre las manos y le dijo.

- No se preocupe, yo solo cumplo con mi deber –.

Autor: Francisco Morles

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